Alguna vez leí que escuchar el Re de Café Tacuba es como encender el radio, y cada canción es como cambiar la estación: del folklor a la balada, del punk al mambo, las influencias con las que uno se… alimentaba en las vacaciones en la casa de la abuela que escuchaba las canciones de las hermanas Aguila, los ritmos tropicales que emanaban las enormes bocinas en las fiestas de la colonia que hacían retumbar tus ventanas y no te dejaban dormir, y las bandas locales como Café Tacuba cuyo legado iniciaba de boca en boca y de cassette en cassette.
“El Aparato” te ponía a pensar: ¿este es el rock nacional?, y la duda se disipaba con “La Ingrata”, y querías poner esa canción una y otra vez en el convivio de la escuela para armar el slam y que alguien saliera volando contra las bancas colocadas contra la pared, porque en aquellos días de suéteres verdes y pantalón gris con cuadros corte príncipe de gales en el turno vespertino de la secundaria 10, fue cuando el Re se apareció en mi vida.
20 años después esa vida sigue dando vueltas y rueda y rueda, algunos de mis viejos amigos han tenido la suerte de “El Borrego”: les gusta andar de negro con los labios pintados, pero guapos en la oficina siempre andan bien trajeados. “Esa Noche” del 99 cuando aquella chica decidió que no era el tiempo ni el lugar para estar juntos, entendí que mi amante siempre iba a ser la soledad, esa tal vez nunca me dejaría.
Siguieron pasando las estaciones: veranos divertidos, otoños dolorosos, “24 horas” al día viviendo sin cesar, superando etapas, obteniendo logros, soñando con “Ixtepec” y labrando el futuro para terminar en el “Trópico de Cáncer” recordando las andanzas del abuelo que colocaba postes de teléfono en las carreteras recién inauguradas, porque antes la vida era más fácil, el modernismo nos devora.
“El Metro” que a tantos lares te ha llevado con el paso del tiempo se volverá cada vez más viejo y lento como uno, pero “El fin de la infancia” es cosa que no sucederá, porque cuando escuchas esa melodía quieres bailar y sentirte vivo, el niño interno se niega a abandonarte. “Madrugal” es para la ciudad de los palacios que siempre me ha cobijado, “Pez” es mi apodo y “Verde” el bienestar.
“La Negrita” es ese cuento que inspira a ir al mar, “El Tlatoani del barrio” es aquel anciano que saludas todas las mañanas cuando sales de tu casa rumbo al trabajo, y que un día simplemente ya no estará. “Las Flores” para quien te hizo sonreír, canciones que te marcan y que con el tiempo se disipan, porque las plantas también se secan.
“La Pinta” siempre necesaria para escapar de la rutina, “El Baile y el Salón” que le han dado identidad a una banda que te ha acompañado y a la que has acompañado en sus grandes momentos, desde Rockotitlán hasta el Zócalo, del Vive Latino al Festival Wirikuta, muchos discos e himnos después. “El Puñal y el Corazón” para esa mujer que hasta el final se quedará, “El Balcón” en el que pondrás tu silla para ver el paisaje y descansar en el 50 aniversario de este disco, escuchándolo de nuevo, de principio a fin como debe ser. Porque las estaciones en el radio y en la vida seguirán cambiando, pero siempre tendremos el Re para hacernos recordar.
Por: Alejandro Ramírez @le_fraktal